Los operarios deben lidiar con la lejanía de la familia, convivir con sus compañeros durante largas semanas, en espacios reducidos, y enfrentar las frecuentes inclemencias del tiempo.
Por Claudio Cerda Santander (Texto no site La Tercera)
Los cientos de fiordos y canales en Aysén ocultan lejanos centros de cultivo, donde puñados de operarios, repartidos en cada una de estas plantas, pueden tardar hasta 12 horas en llegar a sus lugares de trabajo.
Se trata de las salmoneras. En estas instalaciones el carácter de cada individuo resulta clave, sobre todo para afrontar turnos que alternan 14 días de trabajo por siete jornadas libres, y que incluso pueden extenderse hasta 25 días seguidos, en empresas que prestan servicios a la industria.
En lugares como isla Humos, fiordo Cupquelán y estero Vicuña, las salmoneras han habilitado como centros de operaciones los denominados pontones. Son especies de casas flotantes ancladas al fondo marino. El número de operarios por instalación fluctúa entre cuatro y 10 personas, que deben convivir durante semanas en espacios comunes, tipo living, de ocho metros cuadrados hasta 50, dependiendo de la empresa.
“Si la cosa anda bien entre los compañeros no se hace muy largo, pero si no hay buena convivencia, a los siete días uno sólo quiere regresar a la casa”, afirma César Caro, operario de un centro de cultivo de la empresa Acuinova.
“Estar 15 días fuera ya genera muchos conflictos familiares, hasta separaciones. Además, en esta región las condiciones extremas por la lluvia hacen que en ocasiones se deba lidiar con puertos cerrados por mal clima y no se pueda salir ni llegar”, agrega Abraham Abad, presidente del Sindicato Nº 2 de plantas de proceso de la misma firma.
“La industria cada vez se aleja más del lugar en que vives con tu familia. Estamos intentando hacer un estudio sobre el tema, pero creo que fácilmente las separaciones superan el 60% desde que entras a trabajar a las empresas del sector”, cuenta Rubén Leal, presidente del sindicato de Friosur.
Para hacer más llevadera la estadía, las distintas compañías del rubro han llevado cocineros a las instalaciones, máquinas de ejercicio, internet y televisión satelital, aunque estas últimas conexiones suelen interrumpirse en época de temporales con los llamados “vientos malos”.
“Todo es distinto, desde comenzar por embarcarse para llegar al trabajo. Si te dicen a las 8 de la mañana en Puerto Chacabuco, hay que estar a esa hora, porque si se te va la lancha puedes demorarte hasta tres días en llegar, porque no todas van al mismo centro, no es como andar en micro”, dice un buzo, tras cumplir 14 días de labor continua en un centro.
Los salarios fluctúan entre $ 400 mil y $ 1.500.000, aunque las cifras más altas corresponden principalmente a buzos y jefes de centros. La mano de obra especializada y no calificada se reparte casi en partes iguales -según representantes sindicales- para labores que van desde control de las especies, retiro de mortandad, reparación de jaulas y supervisión de alimentación. En la mayoría de los casos esta es automatizada.
Según cifras de Subpesca, Aysén posee una incidencia clave en la salmonicultura del país. De las 793 mil toneladas promedio cosechadas en 2013, 390 mil se produjeron en la región. “(En Aysén) las condiciones, tanto geográficas como oceanográficas, se prestan de manera ideal para el cultivo del salmón, con temperaturas y aguas puras prácticamente únicas”, afirma el director regional de Sernapesca, Cristián Hudson.
Menos acuicultores
La producción de cerca del 60% de los salmónidos del país requiere del empleo de 3.700 trabajadores en modalidad de turnos, a los que se agrega personal de planta y administrativos, para completar unos 5.500 operarios, de acuerdo a cifras de SalmonChile.
En el gremio estiman que más de la mitad de la planta de trabajo proviene de otras regiones, debido a la dificultad de hallar mano de obra especializada en Aysén. A este escenario se suma el brusco descenso en matrículas de carreras de acuicultura (60%), según un informe del Ministerio de Educación divulgado a inicios de año, y que contrasta con la explosión de titulados en profesiones del área previo a las crisis del virus ISA (patógeno que provocó el desplome del sector entre 2007 y 2010).
“Hay que considerar que las exigencias de la industria, como enfrentar modalidad de turnos, salir de la ciudad por semanas y trabajar en lugares aislados, hacen que muchas personas opten por otros tipos de empleos”, señala Andrés Pincheira, representante de SalmonChile en Aysén.
A su vez, el dirigente sindical Abraham Abad reconoce el aporte de las empresas en la región, aunque afirma que las condiciones salariales podrían mejorar. En eso coincidió con un reciente informe de la FAO, que cuestionó los sueldos y condiciones laborales en Chile, el segundo mayor productor mundial de salmón, tras Noruega: “La industria genera empleos y eso es un aporte, pero quizás se necesite una mejor regulación de algunos temas, como los turnos, porque se descuentan los dos días de embarcación para salir y llegar. Además, todos desearíamos mejorar nuestros salarios”, asevera Abad.
Situación que evalúan también en la Seremi del Trabajo. “Realizaremos mesas de diálogo, que abordarán tanto a trabajadores de los centros de cultivo como plantas de proceso, las que, en conjunto, esperan mejorar las condiciones de higiene y seguridad, así como también el cumplimiento de la Ley 16.744, relativa a accidentes laborales y enfermedades profesionales”, asevera Humberto Marín, seremi del ramo.